Homenaje a los escaladores Alberto Rabadá y Ernesto Navarro, en el cincuenta aniversario de su muerte en la cara norte del Eiger.

LA ASISTENCIA AL HOMENAJE ES LIBRE Y NO HAY NINGÚN INCONVENIENTE EN QUE, QUIEN LO DESÉE, PUEDA CENAR CON SUS PROPIOS ALIMENTOS AUNQUE PARA HACERLO EN EL CATERING DEL PABELLÓN ES IMPRESCINDIBLE LA RESERVA CON 25 EUROS.

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viernes, 14 de junio de 2013

RESCATE EN LA NORTE DEL PURO


La arista norte del Puro es otra de las vías más conocidas de Alberto Rabadá y Ernesto Navarro, y no la más fácil precísamente. Al menos no lo era cuando yo la intenté por primera vez en 1973. El resultado de aquella imprudencia juvenil fue doloroso. Recuperamos esta entrada por su interés, para aquellas personas que se hayan incorporado recientemente a este blog del Homenaje a Rabadá y Navarro en el 50 aniversario de su muerte en la cara norte del Eiger.

UNA TRAGEDIA, UN LIBRO MAGISTRAL. 
En los últimos días de mayo se produjo una tragedia en el Dhaulagiri (8.172 m). Juanjo Garra (49) apura los últimos metros escalando tras el experto sherpa Keshab una plancha de hielo bajo el corredor que da acceso a la cumbre. Juanjo resbala, la cordada cae pero consiguen detenerse. Juanjo tiene una pierna rota (la tibia y el peroné). El heróico sherpa intentará descenderlo a toda costa, incluso cargando con él, pero hay un obstáculo clave, la travesía horizontal.

Keshab, de la etnia "gurung", casi pierde la vida por permanecer cuatro días junto al herido.



El libro de nuestro amigo y colaborador Gregorio Áriz , "EXPEDICIÓN NAVARRA AL HIMALAYA 1979", describe una travesía larga y escarpada en la cota 7.800  Fue allí donde cayó el himalayista aragonés Pepe Garcés. Ese "paso horizontal", aún equipado con cuerdas fijas, ha impedido a Juanjo alcanzar el espolón este por donde sí podría haber sido descolgado y descendido por los rescatadores.
Este libro es una obra maestra de la literatura himaláyica y describe con fluidez el buen hacer de la expedición navarra, reforzada por el catalán Jordi Pons, que consiguió la cumbre con una gran elegancia y desenvoltura. En sus últimas páginas podemos conocer la intuición de nuestro amigo Gregorio que supo apreciar con serenidad las impresiones de Sonam, el "sirdar", en el sentido de vaticinar la inminente llegada del monzón. En el último momento, la segunda remesa de "summiters" navarros decide, sensatamente, renunciar.
Y bien que les valdría, pues llegando al campo base, el huracán se desata y la parte alta de la montaña se ha convertido en un infierno. En medio de la noche, un alud sepulta el último campamento de una expedición franco-suiza que intentaba la cumbre, despeñando a dos de sus miembros. En una huida a la desesperada, un tercer expedicionario, el sherpa Pemba, desaparece pendiente abajo.
Tres himalayistas franco-suizos consiguen llegar, extenuados y congelados, al campo base donde Gregorio y su gente los atienden, salvándolos de una muerte segura. El libro de Gregorio Áriz es de una belleza y amenidad insuperable. En su relato ligero y lleno de acción Gregorio siempre tiene ocasión para los gestos de afecto y amistad, de simpatía y comprensión hacia los habitantes de aquellas regiones. Solo puedo expresar mi admiración por el escalador e himalayista Gregorio Áriz, un auténtico NAVARRO UNIVERSAL.


 Gregorio Áriz, en la oeste del Naranjo de Bulnes.



Venga pues, ahora vamos con la norte del Puro.-


Esta historia empieza una noche del verano de 1973 cuando sobre la una de la madrugada dejé correr las cuerdas en la oscuridad, al vacío profundo, sesenta metros hasta el suelo. Jaime, de 18 años, ciclista reconvertido en escalador, y yo, de 17, tomamos la decisión de abandonar. En aquella época para eludir el calor, la "Carnavalada" al Pisón, se solía empezar a medianoche y ya habíamos remontado el primer largo, pero Jaime me explicó que no se sentía con suficiente ánimo y decidimos rapelar a la luz de nuestros frontales y meternos en nuestros sacos de dormir en una era de Riglos.
Al día siguiente le propuse subir la preciosa "Anglada" al Pisón, bastante más sencilla, y aceptó encantado. Era la primera vez que me encordaba con él y me pareció un muchacho encantador, un "buenazas" sonriente y grandullón. Sería la última, porque Jaime estaba en una dinámica de escaladas difíciles que lo superaba. Yo me había percatado de ello la noche anterior en la "Carnavalada", pero su entorno inmediato lo presionaba sin cesar y él era demasiado humilde para plantar cara y decir: no, a esa vía no voy...
Tal vez por eso coincidimos dos meses más tarde camino de la arista norte del Puro, él y su compañero Octavio, abriendo vía, y detrás, no muy convencidos, mi amigo Ambrosio y yo en nuestro primer intento a ese pasmoso filo escalado por Alberto Rabadá y Ernesto Navarro trece años antes y que por aquel entonces contaba con muy pocas repeticiones.
Justo antes de la travesía que da acceso a la arista Jaime resbaló y aunque intentó detenerse cayó desde encima de la cueva y se golpeó contra el borde de la plataforma antes de que las cuerdas sujetadas por su compañero Octavio llegaran a tensarse. A primera vista sus dos piernas estaban rotas y su rostro era un mar de sangre y lágrimas. Creo que fue Ambrosio el que con más serenidad tomó la iniciativa para bajar a Jaime hasta el suelo cien metros más abajo. Primero rapelaría yo para colocar una cuerda fija en diagonal hasta encima de la fisura. Era una maniobra crucial pues la pared desploma, y mientras Ambrosio y Octavio preparaban a Jaime me precipité por las cuerdas pues los gritos de dolor de Jaime se me hacían insoportables.
Un espacio de tiempo que me resulta interminable y Octavio y Jaime aparecen en lo alto descolgados con habilidad por el valeroso Ambrosio mediante un rudimentario pero eficaz freno de mosquetones. Ahora tendré que cogerlos y entrarlos a la repisa. No puedo fallar. Y entonces es cuando por la fisura asoma una cabeza que me resulta familiar, es Valentín que viene en nuestra ayuda. Una inmensa sensación de alivio me invade. Valentín se hace cargo del aterrizaje atrapando con suavidad y firmeza al herido y a su conductor. Otro rapel, este de sesenta metros y todos estamos en el suelo. Jaime es introducido en la ambulancia que acaba de llegar. Nunca más volverá a escalar.
Al año siguiente, con mi buen amigo Gonzalo "Lalo" Prado conseguí, al segundo intento, escalar la vertiginosa arista norte del Puro, pero los recuerdos de la caida de Jaime estaban aún muy presentes y no sentí ningún placer ni alegria durante las horas pasadas ganándo terreno, metro a metro, a aquel formidable filo de conglomerado gris.
Lo visité en su casa, estaba distante, otra persona distinta, y no por las muletas con las que se apoyaba, es que ya no era aquel chaval humilde, bonachón e inocente que aceptaba las bromas. Sentí que aquel saliente de la roca había zanjado de un modo brutal y expeditivo nuestra alegría de adolescentes, que despues de lo de Jaime nada volvería a ser igual. Aunque han pasado casi cuarenta años de aquello todavía, en ocasiones, me hago a mí mismo este reproche: ¿Por qué no tuve el coraje de decirles, eh, chicos, qué tal si nos metemos en otra más fácil?



 · Muy cerca de las 34.000 visitas, el blog de Homenaje a Rabadá y Navarro se pone a disposición de los montañeros y escaladores que deseen compartir sus experiencias en rutas de la cordada aragonesa u otros aspectos relacionados con la escalada y la montaña en general. Podeis remitir vuestros textos, acompañados de alguna foto a: perroderroca@hotmail.es que serán publicados a medida que lleguen.