Homenaje a los escaladores Alberto Rabadá y Ernesto Navarro, en el cincuenta aniversario de su muerte en la cara norte del Eiger.

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viernes, 29 de junio de 2012

"TRAS LAS HUELLAS DE RABADÁ Y NAVARRO". EIGER 1969. Artículo de CÉSAR PÉREZ DE TUDELA


Nuestra salvación solo estaba hacia lo alto. Desde el amanecer del 
día siguiente escalamos muy deprisa, a la desesperada, librando duros 
combates en la “Fisura Delitiée” y atravesando el largo y 
fantástico espectáculo, que constituía la llamada “Travesía de los 
Dioses”, que con la caída de tanta nieve estaba peligrosa.
 
 En lo alto de la Araña recordé la escena que había inundado mis 
sueños. Allí era dónde mis compañeros aragoneses, coetáneos míos 
en los anhelos por ser quiénes queríamos ser: los admirados Rabadá y 
Navarro,  vivieron su último drama.
Yo lo había vivido también día a día, siguiendo las noticias en la 
radio, en el verano de 1963, mientras me encontraba en el campamento de 
la Granja de las Milicias Universitarias haciendo el curso de alférez.
  Cuando al cabo de unos días, al fin se dijo que los alpinistas 
españoles habían muerto, toda la 22 Compañía de Infantería, con 
Pedro Soto del Río, su capitán al frente, me dieron uno a uno, un 
sentido pésame.
 Pero ahora el que estaba en lo alto de la “Araña”, subiendo y 
rehaciendo el drama que mis compañeros habían soportado era yo.
Allí en el borde superior derecho del glaciar de la Araña Blanca, 
suspendido a 1.400 metros sobre los zócalos de la base, Ernesto Navarro 
estuvo en pie, anclado a una clavija en la roca, con la maza colgando de 
su muñeca derecha, y las cuerdas pasando por dos clavijas de hielo 
uniéndole con su compañero Alberto Rabadá, que se había derrumbado 
cara a la pared, agotado, con el piolet junto a su pecho, envuelto en 
una costra de hielo y suspendido de la cuerda de Navarro. ¿Por qué 
Rabadá se había quitado los crampones?
Navarro se quedó allí, manteniendo firme la cuerda de Rabadá, con la 
esperanza de que se recuperara; momentos eternos que fueron horas o 
días... ¿Cuánto tiempo pudo durar el sentimiento de ambos ante la 
muerte, con esa conciencia difusa que precede al fin: morir, pasando por 
ese estado de coma, en el que les sobrevendría un colapso cardiaco 
producido por la extenuación física y la hipotermia.
¿Pudo haber seguido Navarro, solo hacia la cima, dejando allí a su 
compañero?
  
La respuesta está en el misterio metafísico de este grandioso y 
también tremendo juego que es el alpinismo. El alpinismo que tanto 
sintoniza con la filosofía del idealismo absoluto, la que inundando al 
hombre de coraje para levantarle de su vulgaridad, pretende que llegue 
por fin a lo alto.
Continué escalando las llamadas “Fisuras de Salida”, cuatrocientos 
metros de escalada que me exigieron muchos esfuerzos. En las “Fisuras 
de Cuarzo” la escalada se hizo aún más difícil por el hielo que las 
cubría. No encontré el rapel pendular que simplificaba ese sector y 
proseguí directo hacia el Nevero Somital. Encontré la cumbre iluminada 
por el sol que se ponía, mientras las nubes cubrían el resto de la 
montaña, como si fuera un pasaje bíblico...
Habíamos escalado durante cuatro días, incluyendo un día perdido a 
causa de la tormenta, sorprendidos por la intensa tempestad, superando 
las caídas, rebelándonos ante los síntomas de ese profundo cansancio 
que conocen bien quiénes suben a las cimas, sabiendo que hay que 
continuar... hasta ese final...
Solo importaba seguir, poder bajar por la vertiente oeste, peligroso 
descenso entre la niebla, extraviados en su inmenso y pendiente glaciar. 
Por allí vagamos toda la noche mi compañero y yo, en el mismo lugar en 
el que perecieron Nothdurft y Mayer, los alemanes que tras el accidente 
de Stefano Longhi y Claudio Corti, continuaron  hasta la cima en 1957, 
montando allí su último vivac.
En el amanecer algo de claridad llegó a mi mente. Puse dos rapeles de 
60 metros y descendí al fondo del glaciar Rotstock.
Mi compañero y yo llegamos ilesos al hotel Bellevue para tranquilizar 
al atento y preocupado coronel Von Allmen, jefe de la seguridad alpina 
de la zona.
 El Eiger fue un resplandor en mi vida que me llenó de responsabilidad 
y de respeto hacia mi existencia.
Con los pies helados me retiré de los Alpes aquél verano de 1969.
Recuerdo que cuando en un restaurante en Chamonix, unos guías 
franceses supieron que venía de haber subido el “Eigernordwand” me 
cedieron el paso mirándome como si llegara de las estrellas.
  
Un inmenso  horizonte vertical se abría paso ante mí. Me había hecho 
más fuerte y algo de sabiduría había llegado a mi espíritu para 
neutralizar mi natural ignorancia.
 El valor humano que representó para mí haber recorrido las 
dificultades del Eiger ha sido desde entonces un tesoro imborrable, aún 
hoy, más de cuarenta años después.
 
  

7 comentarios:

  1. Hola Jesús: este cotarro se va animando. No sabes la alegría que me dá
    leer lo que van escribiendo antigüos amigos, con los que coincidíamos
    tanto en Riglos como en Etxauri y después de corrernos una buena
    juerga, escalar las vías de los respectivos lugares, en franca
    camaradería y pasarnoslo bien. Algunos no están como Morandeira o el
    "Poncho". Pero el leer al "Suizo" o a Julio Porta que andan por ahí
    con sus comentarios, me traslada a los tiempos jóvenes y me transmite
    mucha vida.
    Andais ahora a vueltas con lo de los libros de Riglos y yo debo ser un
    afortunado, porque tengo en mi biblioteca un libro bien encuardernado
    con fotocopias de aquellos tiempos, que algún maño me regaló. Puede
    que sea el primero porque empieza en Junio de 1.946 y termina en Junio
    de 1.957. En él estan muchas escaladas de aquellos tiempos, incluida
    la primera al Puro y las que le siguen. Es una gozada ver esos dibujos
    maravillosos hechos a plumilla y los comentarios. Espero que con el
    homenaje a Rabadá y Navarro tenga la ocasión de dar abrazos a esa
    cuadrilla con los que me ataba con esa cuerda que transmite buenos
    sentimitentos. Para todos ellos mi mejor recuerdo de amistad. Gregorio
    Ariz.

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  2. Querido amigo. Reitero mi agradecimiento por tus gratos mensajes.
    Cuando regrese del Perú te escribiré. Un abrazo.
    www.cesarperezdetudela.com

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  3. Respuesta a Gregorio Ariz: En cierta ocasión, tú y tu pandilla estabais haciendo esquí de travesía en el Pico Arlas, al oeste del Anie, y provocasteis un alud, por fortuna sin consecuencias. Javier Urcina, "Suizo", estaba allí y lo vio todo.
    En una ocasión me relató esa avalancha en el Pirineo navarro.
    ¡Qué tal se portan los nietos, eh!

    Desde Perú, César Pérez de Tudela se enfrenta a los colosos helados de la Cordillera Blanca. ¡Precaución, amigo César, una avalancha sepultó hace un par de semanas a un andinista español y a su guía!
    ¡Nada de morir en montaña, mejor sigue cobrando tu jubilación que para eso has cotizado!
    Un abrazo.
    Jesús Vallés

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  4. Javier Urcina (Suizo para los amigos)1 de julio de 2012, 23:55

    Amigo Jesus:Fue en la primera carrera de esqui de montaña que organizaron los amigos Navarros(Y mas tozudos que nosotros)no consintieron suspender la carrera y quedarnos en el recien estrenado refuguio de Belagua contenplando el metro y medio metros de nieve que habia caido aquella noche que tapo todos los coches y que tubimos que desenterrar a la hora de marchar.No nos escucharon y nos hicieron salir y lo el avalancha mas que aluz lo vimos claro los malos que andabamos remoloneando "rezagaos".Un saludo Gregorio a ti a tus hermanos a "Chucalo" y a Tapia si al jubilarse ha vuelto de Paris,y a todos de aquelas gueras del Pacharan.-

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  5. Javier Urcina (Suizo para los amigos)2 de julio de 2012, 0:00

    Gregorio el libro te lo regale yo.-

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  6. Gregorio Ariz 4 de Julio de 2.012
    Gracias Suizo por el libro, ya ves que lo guardo con cariño.
    El alud lo provocamos los que ibamos en cabeza de la carrera y fué en el Lakora, pero nos desenterramos y salimos todos vivos. Así también se aprende.
    Tapia está jubilado, pero sigue viviendo en París. Hace poco nos juntamos para celebrar los 40 años del Hoggar y el año que viene lo volveremos a hacer para celebrar lo de Groenlandia.
    Espero que nos veamos pronto. Abrazos de Gregorio Ariz

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  7. Dos jóvenes alpinistas catalanes perdieron la vida el jueves en el descenso de la vía normal del Eiger. Habían subido por la arista Mittelegui. En el relato de César me ha llamado la atención el gran desafío que supone el descenso del Eiger por su vía "normal", la cara oeste, donde César tuvo que sacar fuerzas y claridad mental para instalar dos rápeles y conseguir bajar.
    Por otra parte, la semana pasada, cinco alpinistas alemanes murieron al caer en el Lagginhorn (Valais). El caso es que yo subí esa montaña en 2004, sólo y con tormenta. Sin crampones en el ascenso por la arista rocosa, luego se puso a nevar y en la cumbre me los puse para bajar. En pocos minutos aquello se transformó en un filo de nieve vertiginoso donde no se podía cometer el mínimo error.
    Así es nuestro deporte. Esta es nuestra pasión. La muerte es como una especie de amante celosa que nunca nos pierde de vista y nos está esperando a la vuelta de la esquina, en forma de avalancha, perdidos en la tormenta o resbalando en la pendiente.
    ¡Me gusta esto, que no cambie nunca!

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